El desafío de subirle el ánimo a un adulto mayor
Los ánimos bajos no solo afectan a los adultos en edad productiva. De hecho, un estudio realizado por personal del hospital universitario Arnau de Vilanova en Lleida, España, reveló que la depresión es la afectación de ánimo más frecuente en adultos mayores de 65 años. Mientras que su recurrencia varía entre 7% y 36% en pacientes ambulatorios (es decir, que aún conservan cierta autonomía de movimiento), en el caso de pacientes hospitalizados y, por ende, inmovilizados, la tasa de recurrencia se eleva hasta el 40%. En este artículo te damos claves para subirle el ánimo a un adulto mayor que lo requiere.

Subirle ánimo adulto mayor
La desgana y el mal ánimo nos afecta a todos
Usando estas estadísticas como referencia, no es difícil adivinar por qué a nuestros padres y/o abuelos se les dificulta soportar el reposo absoluto y la dependencia a un cuidador, por más cercano que este último sea. Su estado de ánimo es directamente proporcional a la percepción que tengan de las circunstancias que los rodean: si ven su rutina a través de un lente gris y sucio, de esos que hacen que todo se vea mal, es de esperarse que su ánimo corresponda a esa percepción. En cambio, si limpian sus mentes y se concentran en las pequeñas cosas que les producen placer en medio de la rutina, su ánimo también mejorará.

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Mi papá está de malas: ¿y ahora qué hago?
En casa de la familia Rodríguez, los cambios de ánimo bruscos son cosa de todos los días. Si el mal humor pagase, Felipe ya sería millonario. Desde hace tres meses, el miembro mayor de la familia Rodríguez se encuentra guardando reposo para recuperarse de una fractura de cadera. Naturalmente, no puede moverse por sí solo ni hacer alguna de las tareas que solían distraerlo antes del accidente, como regar las plantas o salir a dar pequeñas caminatas por la colonia.
Aunque las primeras semanas de su recuperación transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos, poco a poco la novedad había comenzado a disolverse para dar paso a la desesperación
“Sácame de esta recámara, estoy bien”, le había exigido el anciano a su hijo Adrián. “Ya me quitaron la férula. Me siento bien. Si no salgo de este cuarto me voy a volver loco”.
Adrián había intuido que el mal humor de su papá no era sino el resultado de pasar semanas enteras postrado en la cama, aunque el solo “saber” no le había bastado para poder ayudar. Si te enfrentas a una situación similar, ¿qué puedes hacer?
En mi experiencia, tienes tres opciones.
Escucha hasta el final sin juzgar
Lo cierto es que muchos casos de mal humor y cambios de ánimo bruscos son sólo una de las múltiples maneras en las que se revela un malestar más profundo. Si el adulto mayor bajo tu cuidado se encuentra inmovilizado debido a un accidente, es posible que el recuerdo de éste aún le genere conflictos. Recuérdale que estás dispuesto a escucharlo. ¡Muy importante! Si decide hablar, incluso sin que se lo pidas, no lo interrumpas y no lo juzgues. Evita frases como “deberías de haber hecho X o Y” o “es mejor estar agradecido que vivir quejándose”. Los juicios de este tipo solo son contraproducentes.

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Hablen sobre el tema sin tapujos
Si tu familiar ya se animó a compartirte su estado mental, no dejes de preguntarle cómo se siente cada vez que tengas la oportunidad. Si bien nadie espera reportes comportamentales diarios, una conversación a la semana no le hace daño a nadie; al contrario. Y aunque al principio estas conversaciones se sentirán “raras” o incómodas, a medida que pase el tiempo el adulto mayor bajo tu cuidado comenzará a sentir más confianza. El solo hecho de explicar cómo se siente puede convertirse en un alivio por sí mismo.

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Ofrece buscar ayuda profesional
Finalmente, si sientes que la conversación no los está llevando a ninguna parte, o ésta no es del todo fructífera, queda la opción de ofrecerte a buscar ayuda profesional para tu familiar. Si quieres entender cuáles son las opciones que ambos tienen, consulta a un geriatra. Él te puede orientar y sugerir un plan de acción concreto.

Afortunadamente, en el caso de la familia Rodríguez, Adrián aprendió a hacer las preguntas adecuadas de modo consistente. Entendió que su padre necesita mucho más que simples cuidados y asistencia física: para lidiar con el súbito cambio de hábitos y de rutina, Felipe necesita de alguien dispuesto a escucharlo.

¿Has puesto en práctica alguno de estos consejos? ¿añadirías algún otro? ¡Nos gustaría conocer tu experiencia! Cuéntanos en la sección de comentarios
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